Un rumano extraño, de 27 años de edad, entró en la élite del alpinismo mundial en 2004. Tras diez años, los rumanos ven en él una leyenda viva y los españoles, un héroe.
Son casi las once de la noche. De repente, el teléfono suena. Sólo él suele llamarme tan tarde. Está jadeando.
– ¿Qué haces? ¿Estás entrenando?, le pregunto.
– Sí… estoy corriendo con una mochila llena de libros… (respiración agitada)…. 20 kilos, por ahí…. (jadeos)…
– ¡No me digas que estás jadeando por tan poca cosa!, le estoy picando.
– (De nuevo, jadeos)… estoy subiendo los escalones del estadio… y, mira, encima me da por hablar…
El viento nervioso de noviembre le corta bruscamente la voz. Pero vuelve a pegarla rápidamente a mi oreja.
El hombre que suele llamarme a esta hora es un dentista de pelo castaño, de 37 años de edad, de altura media, de Timișoara. Tiene los ojos marrones, extremadamente tiernos, y unas piernas muy bien musculados. Se viste casi siempre con vaqueros de color oscuro y camiseta, talla M. Lleva zapatillas de deporte, normalmente Scarpa, marca muy conocida entre alpinistas y escaladores.
Pero el indicio más claro de que el hombre tiene que ver con el monte es otro. Lleva colgado al cuello tres vueltas de la cuerda fina que usan los montañeros, anudadas de manera especial. Los que la usan reconocen enseguida los nudos que se emplean en el alpinismo, fundamentales para la vida de los que cogen las montañas cuesta arriba, en trayectos técnicos.
– Mañana tengo un día largo en la clínica … tengo pacientes desde primera hora. No voy a poder hablar. ¿Hay alguna novedad?, concluye él, como siempre.
Le oigo cómo expira el aire con fuerza. Luego, cómo sus narices inspiran, con ansia, otra bocanada de aire fresco. Como si el aire helado de la noche rompiera los vapores calientes que salen de su boca y de su nariz. El viento apenas tiene tiempo para esparcirlos encima del estadio desierto.
Rápidamente hago un check-list en la mente, mientras que apacigua sus pulmones con oxígeno. Le digo que ya tenemos previsto cuándo hacer pública la expedición al Everest … La agenda para el 5-7 de diciembre, cuándo vendrá a Bucarest, todo está hecho ya … Quedaría algo más, pero de momento me paro.
Desde agosto, cuando empezamos a trabajar juntos, muy a menudo dejo de hablar en nuestras conversaciones atropelladas, para robarle el menos tiempo posible.
– ¡Ya está, echa a correr, que se entere el estadio ese!
Horia Colibășanu, 37 años, es el alpinista rumano que más veces ha ascendido a las cumbres más extremas del planeta
***
Si fuera una persona, el estadio Dan Păltinișanu de Timișoara conocería la mayoría de los secretos sobre las técnicas de entrenamiento de Horia Colibășanu, médico dentista y alpinista, el rumano con los mejores resultados en altitud extrema.
Sonreí después de colgar el teléfono. Me tapé con el edredón, recordando cómo me llamó la atención esta persona, años atrás. Justo así. Al subir corriendo las escaleras, solo, en un estadio desierto. Subía con velocidad los escalones, con un peso en la espalda. Yo estaba comiendo pan tostado, mientras tomaba mi café, en pijama. Estaba viendo una reportaje matinal sobre cómo se entrena un alpinista de Timișoara, para una nueva hazaña rumana en el Himalaya.
“Muy bueno el Colibășanu ese!”, me dije a mí misma en aquel entonces.
Había leído sobre él que era el único rumano que había subido el K2, la montaña asesina de la cordillera Karakorum, de Pakistán, que da escalofríos a los montañistas de todo el mundo. Lo había logrado sin utilizar oxígeno embotellado y sin la ayuda de los sherpas, es decir, por sus propias fuerzas físicas y psíquicas. Esto pasó en 2004, cuando tenía 27 años.
Durante muchos años fue conocido como “el primer rumano en el K2”.
Sí, ¿y? – pueden preguntarse. No es la primera vez que habrán oído hablar de gente que sube montañas de miles de metros de altitud. ¿Qué pasa con el oxígeno suplementario de las bombonas? ¿Y con ese monte, el K2? ¿Y por qué “es bueno” Colibășanu?”
***
Para los no habituados a leer literatura de montaña, imaginen por un momento qué hormigueos provoca un monte al que se le ha llamado de mil maneras en los últimos 60 años, desde que fue escalado hasta la cima por primera vez.
El K2 es conocido como el Monte Salvaje, es un monte aislado, está a una distancia de una semana de la población más próxima. El largo viaje hasta la falda del monte constituye en sí mismo una expedición por un camino primitivo lleno de peligros a consecuencia de los desprendimientos del terreno, caída de rocas, así como por los ataques armados de los grupos islamistas. En otras palabras, ni siquiera empiezas a subir el monte, y ya te has examinado de un test de resistencia psíquica.
A su vez, los problemas de salud –que surgen bien por vía viral, bien por la ausencia de ciertos anticuerpos, de la higiene y, más tarde, por culpa de la altitud – representan también un riesgo permanente. Nueve de cada diez montañeros llegan a padecer de algo aquí.
Se le llama también el Monte de los Alpinistas. Un ascenso conseguido en el K2 es comparable a un oro olímpico en alpinismo, lo que le asegura a un montañero un lugar en la élite mundial. Por esta misma razón, algunos alpinistas se empeñan –a veces incluso de manera obsesiva – en subirlo. Ha habido situaciones en las que, año tras año, cientos de alpinistas se han acercado al K2, pero a la cima no ha llegado nadie. En 2004, por ejemplo, el año del éxito rumano, hacía tres años que la cima del K2 no había sido coronada.
Y, no por último, se le llama también el Monte Asesino. No por ser el más alto del mundo –el K2 es el segundo (8.611 m), tras el Everest, con una diferencia de 237 metros de altitud. El K2 es una montaña criminal, porque tiene una forma piramidal atípica, con picos afilados y pendientes empinadas y escarpadas –de ahí las condiciones difíciles de ascenso y de acampada, así como el riesgo importante de avalanchas.
A partir de un cierto punto, descansar en la tienda de campaña ofrece tanta seguridad como una subida con hielo durante una tormenta La vida en el K2 pasa como en la ruleta rusa.
Para resumir, la tasa de la mortalidad en el K2 se sitúa alrededor del 30%, tres veces más que en el Everest. Los nativos se han acostumbrado tanto a los muertos en el Monte Asesino, que se olvidan fácilmente de las estadísticas en cuanto los alpinistas llegan a Pakistán.
Pero los alpinistas conocen las estadísticas. Los miembros de un grupo se miran mutuamente y esperan que no les toque la ruleta del Monte Asesino. “¡Qué gente!”, estarán exclamando a lo mejor.
Pero esto no es todo sobre la vida en la altitud.
***
Imagínense que están en un avión, a 8.000 metros sobre la Tierra. Están mirando por la ventana, cortando las nubes vaporosas y blanquecinas con la mirada. Las estrellas de hielo que se forman en la ventana y el precipicio que se abre debajo les producen todo tipo de calambres. Aquí, la cantidad de oxígeno del aire es tres veces más baja que al nivel del mar. Y hay unas cuantas decenas de grados menos durante la noche.
¿Dónde lleva la falta de oxígeno? A una circulación pesada, incluso a una trabazón de la circulación sanguínea, que genera, uno tras otro, todos los males de la altitud: edema pulmonar y cerebral, ataque cerebral, hipotermia, sabañones, agotamiento…, fallecimiento. Ahora es posible que vuelvan a exclamar lo mismo que antes, pero con más asombro.
Ahora bien, hay personas que consiguen llegar por sus propias piernas hasta este punto, sin respirar oxígeno de las bombonas y sin ayuda alguna (sherpas/guías). Los casi diez kilos de la mochila atiborrada, fundamentalmente con equipamiento técnico, caen como una bala de plomo sobre los pulmones. El aire enrarecido helado, aspirado con ansia, entra en ellos como una cuchilla de afeitar. Todo es agotador aquí: seguir adelante –la velocidad de desplazamiento es de dos-tres pasos por minuto–, retroceder, clavar el piolet en el hielo, anclar la tienda de campaña, darse la vuelta en el saco de dormir, manejar las botas completamente heladas, hacer tus necesidades, toser.
La helada extrema, el aire enrarecido y el agotamiento cortan cualquier apetito. Beben nieve derretida en hornillos de gas. Las palabras “agua”, “comida”, “aire”, “sueño, “calor”, “confort” necesitan de nuevas definiciones para el diccionario de la altitud. Todo lo que sabe una persona sobre ellas se va al garete a los 8.000 metros. Las palabras clave aquí son “vida” y “muerte”. Palabras que están hacinadas una dentro de la otra, en el misma entrada del diccionario. No tiene sentido separarlas.
Los que llegan por sus propias fuerzas hasta este punto, llamado la Zona de la Muerte, sin oxígeno embotellado y sin sherpas, se llaman alpinistas puros. Ellos entrenan su psique y su físico años tras años, para poder adaptarse a condiciones extremas de vida.

Expedición al Annapurna de 2008 (Cara Sur). De izquierda a derecha: Alexei Bolotov (Rusia), Don Bowie (EE.UU.), Iñaki Ochoa de Olza (España), Horia Colibășanu (Rumania).
Hay tan pocos alpinistas puros de altitud extrema –sólo unos cuantos–, que todos se conocen entre ellos.
***
Horia Colibășanu es uno de ellos. Un alpinista muy extraño. ¿Cómo ha podido elegir el K2 para su primer ascenso de más de 8.000 metros? –se preguntaban los que estaban en el campamento base, en el 2004. Un alpinista comienza con los ochomiles * menos difíciles, tipo Cho Oyu o Gasherbrum II –y no con el espantoso K2. Así se piensa. Así se acostumbra.
A un español rubio de 37 años, con una leve bizquera y con mucha vis cómica le cayó tan bien el tipo de Rumanía por su “rareza” valiente –la descripción era del español -, que se aventuró con él hacia la cima. Era el mismo Iñaki Ochoa –en aquel entonces, una estrella del alpinismo mundial, reconocido por sus ascensos rápidos y respetado por su historial himalayista. Los dos habían pillado una ventana buena de temporal y habían atacado el pico con velocidad. Y lo consiguieron.
Diez años después, Horia Colibășanu ha dejado de ser visto como una “rareza” en el restringido círculo de los puristas (la jerga para designar los alpinistas puros). Entre sus éxitos más destacados, únicos en el alpinismo rumano, se hallan los montes del Himalaya, Annapurna y Dhaulagiri, incluidos –al igual que el K2– en el Top 5 de las montañas más mortales del mundo.
En total, Horia ha llevado cinco premios a Rumania, siendo el rumano con los ascensos más importantes y más numerosos en altitud extrema. Lo que confirma que Horia Colibășanu es un profesional y no sólo un tipo extraño, y suertudo.
***
Pero los alpinistas de élite del mundo ven en él algo más que eso. “Es una gran persona”, mantiene el suboficial Denis Urubko de Kazakhstán, quien tiene la reputación de haber abierto más trayectos nuevos en varios ochomiles. A Denis y a Horia les ata, entre otras cosas, la pérdida de un amigo común, el ruso Alexei Bolotov, en 2013.
Bolotov, el típico alpinista clásico ruso –duro, que toma decisiones arriesgadas, distinguido por sus éxitos y respetado en el gremio– intentaba abrir una nueva ruta en la cara suroeste del Monte Everest (8.848 m). Murió el 14 de mayo del 2013, a los 50 años, tras habérsele roto la cuerda y precipitarse trescientos metros al vacío.
Denis, un suboficial que era su compañero de expedición, reconocía que estuvo totalmente abatido en aquellos momentos, pero que Horia le ayudó a salir del bache con su optimismo en el campamento base. (Horia estaba entonces de expedición en Lhotse, 8.516 m, el cuarto ochomil del mundo, comunicado con el Everest a través de la ladera sur).
A su vez, Edurne Pasabán, de España, la primera mujer del mundo que escaló los 14 ochomiles del mundo, ve en Horia algo más que un alpinista experimentado. “Es una excelente persona y un increíble compañero de cuerda. Es decir, un gran alpinista”, declaraba ella a través de un testimonial, en la página web del alpinista rumano. Tanto a Edurne, como a Horia les une, una vez más, la muerte de un amigo común, Iñaki Ochoa, el rubio bromista del K2, en el 2008.
Probablemente, Iñaki también habría afirmado lo mismo, si no se hubiese llevado con él, bajo las gruesas nieves del Annapurna, un testimonio valioso sobre Horia, la persona – y luego, el alpinista.
***
Era un día, a finales de mayo del año 2008, a menos de trescientos metros de la cima del Annapurna (8.091 m) de Nepal, una de las más hostiles y temidas montañas del mundo.
En una tienda de campaña cubierta de nieve, en la ladera sur del monte, había tres hombres: un tipo duro, moreno y con la cara llena de surcos, tosiendo en el saco de dormir; un tipo castaño, con ojos marrones y voz alegre, grabando a sus compañeros con el GoPro ** y un tipo rubio, que estaba tosiendo violentamente en el micrófono de la cámara y que hablaba con dificultad.
El moreno que tosía al fondo era Alexei Bolotov. El castaño que estaba grabando era Colibășanu. Y el rubio que hablaba con dificultad era Iñaki Ochoa, amigo y compañero de Horia, desde la expedición del K2. El Annapurna era el último ochomil de los 14 que Iñaki todavía no había escalado y del cual decía que “podría cerrar su carrera”.
– Señor Ochoa, hoy estamos en el Campamento 5… Mañana nos vamos a la cima…(pausa) Todo el mundo está tosiendo aquí, se oye la voz de Horia en la grabación de vídeo de la tienda de campaña.
– Así es la vida a los 7.800m…(Iñaki está tosiendo, tumbado). ¿Mañana, la cima? No lo sé… Mañana es otro día…
Este fragmento se ha convertido en un clásico. Las imágenes con los tres se han utilizado para una película de Canal+, así como para un documental, “Pura Vida/the ridge”, sobre la operación de salvamento de mayor magnitud de la historia del Himalaya. A su vez, el entrenador Pep Guardiola iba a emplear el filme en una sesión de coaching con los jugadores del F.C. Barcelona, para motivarles antes de un partido importante, como un verdadero ejemplo de compañerismo, movilización, determinación y espíritu de equipo.
De los tres alpinistas de la tienda de campaña, protagonistas de aquella grabación, sólo uno sigue vivo en 2014.
***

Annapurna 2008. La mayor operación de salvamento de la historia del Himalaya se realizó en una ruta y en un lugar donde Horia estima que, en toda la historia, sólo habían subido cinco personas.
Iñaki sufrió un ataque cerebral, que le provocó sabañones y hemiparesia. No podía desplazarse, no podía beber agua y tampoco comer. Horia, quien se había quedado con él, convenció a Alexei Bolotov para bajar, en cuanto el ruso hubiera vuelto de la cima. Las reservas de comida y gas para derretir la nieve estaban a punto de agotarse.
En la Zona de la Muerte, el reloj de arena no perdona. Una persona bien aclimatada, entrenada y sana puede sobrevivir como mucho cinco días, a más de 7.500 metros. Horia, quien había pasado ya tres días en los campamentos superiores, tenía que tomar una decisión pronto: o se quedaba con Iñaki, cuyas probabilidades de sobrevivir se desvanecían rápidamente –caso en el que hasta su propia vida pendía de un hilo-, o empezaba la bajada al campamento base y el camino de vuelta era largo y agotador. Con dos-tres pasos por minuto y a esa altitud, habría estado al límite del tiempo de resistencia del cuerpo humano.
“Dejar allí a Iñaki, solo, no representaba una opción para mí”, dijo Horia en las entrevistas para Canal+ y en el documental “Pura Vida/the ridge”. “No hubiera podido vivir más conmigo mismo”.
Horia, quien había alertado a los del campamento base a través del teléfono con satélite, se quedó tres días y tres noches más en altitud extrema, solamente con una bolsa de macarrones y un poco de chocolate, y sin ninguna fuente de calor. El estado de Iñaki era crítico.
***
El milagro se produjo: algunos de los mejores alpinistas del mundo, de diez países, ya aclimatados, se movilizaron para acudir en su ayuda “en una ruta y en un lugar donde, en toda la historia, creo que han subido cinco personas”, iba a declarar Horia más tarde, en una entrevista.
Horia esperó hasta que el alpinista suizo, Ueli Steck, hubo subido “con mucha prisa el monte para salvar a Ochoa. El estado de Horia seguía empeorando”, recuerda Elizabeth Hawley, una ex periodista que vivía en Katmandú, capital de Nepal, desde 1960.
Sólo cuando Steck llegó al lugar donde estaban los dos, Horia “pudo salvar su vida bajando inmediatamente a una altitud más baja,” dice Hawley, quien, según la BBC, “era una poseedora inigualable de informaciones y pruebas”.
Pero el milagro de la salvación de Iñaki no llegó a producirse. Iñaki Ochoa estaba casi muerto cuando Steck había llegado a la tienda de campaña, el 22 de mayo a las 4h p.m; murió al día siguiente, al mediodía.
Dos años más tarde, en 2010, Horia Colibășanu iba a volver al Annapurna. El éxito del ascenso se lo dedicó a Iñaki.

Horia Colibășanu llegó a la cima Annapurna (8.091m) en 2010. Le dedicó el éxito a Iñaki Ochoa, su compañero fallecido en el 2008 en esta montaña.
***
La historia ha dado la vuelta al mundo, desde 2008 hasta hoy. Los alpinistas implicados en la operación de salvamento han recibido varios premios internacionales. Horia Colibășanu fue distinguido con el “Spirit of Mountaineering”, por el prestigioso club de montaña, el más antiguo del mundo, British Alpine Club, en los “Piolets d’Or Awards”. Es el único rumano con esta distinción.
Se ha convertido en una persona tan conocida en España como en su casa, querido por los seguidores de Iñaki y considerado un héroe por los españoles de la calle. Su muro de Facebook está repleto de mensajes de los españoles: “Nunca olvido lo gran persona que eres!!!!”, “Horia, you are a true hero”, ”Mucha suerte! Estaremos contigo!”, “GRANDE HORIA”.
En Rumanía, la historia de Horia ha explotado online y en las redes sociales en junio del 2013, cuando el documental “Pura Vida/the ridge”, premiado en el Festival de Cine de San Sebastián, fue proyectado en el Festival TIFF de Cluj.
A través de la película, el público ha entrado en la historia de Horia, ha vivido sus emociones y de esta manera, ha podido conocer al alpinista rumano desde otra perspectiva. La humana, una dimensión que los alpinistas –muy a menudo vistos como una especie de bichos raros, individualistas y muy orgullosos– muy pocas veces dejan que salga a la luz.
***
Julio de 2013. Había pasado un mes desde el revuelo ocasionado por “Pura Vida/the ridge” en el medio virtual. Un día, recibo una llamada de teléfono de alguien que trabaja en la industria de la publicidad.
– Un amigo me pide que le recomiende a alguien para trabajar con un alpinista. He visto que trabajas como autónoma y que te gustan y conoces las montañas … ¿qué te parece?
– Depende. ¿De quién se trata?, pregunto.
– Horia…. Colibășanu. ¿Te dice algo?
La llamada me hizo ilusión. Pero me mantuve con los pies en la tierra, no se me subió a la cabeza. Horia, por supuesto, es una leyenda viva, una historia viviente sin igual, pensé. Tenemos una base común sobre la que empezar a trabajar. Pero inmediatamente me asaltaron algunas preguntas, después de pensarlo en frío.
¿Cómo puedes comunicar y promocionar algo tan específico y difícil de entender como es el alpinismo puro? ¿Cómo puedes contabilizar los éxitos y el carácter de una persona, en una industria en la que el dinero se mueve siguiendo otras referencias e instrumentos? ¿Y cómo puedes conseguir resultados en unos meses tan sólo –es decir, atraer financiación para la próxima expedición–, cuando lo único que tienes para empezar es una historia?
Había anticipado –y así fue– que el nombre Horia Colibășanu circulaba tímidamente en el mundo de los negocios en la última década, es decir justo en el lugar de dónde podría venir el dinero para las expediciones. Él siguió con sus entrenamientos, sus escaladas, su familia y sus pacientes; no se preocupó del marketing y la comunicación.
Hasta que un día entendió que si no les prestaba atención, difícilmente podría seguir adelante.
Dudé si aceptar la oferta o no, pero pronto entendí una cosa. Esta persona parlanchina y vestida de forma modesta, que funciona con el piloto automático puesto para ir hacia adelante, que no deja a sus compañeros cuando más lo necesitan, tiene una mente ágil, es disciplinada, sabe delegar y valorar, confía y escucha, hace muchas preguntas, es entusiasta como un niño, no deja de sorprender y muestra un entendimiento del mundo de los negocios y del fenómeno mediático como pocas veces he visto, ni siquiera en las personas que trabajan en el gremio –pensé, esta persona se merece un reconocimiento. Parecía un milagro que alguien nos empujara hacia la misma mesa, como en una cita a ciegas.
He considerado que esta persona se puede convertir en el proyecto profesional más bonito y , a la vez, el más difícil que he tenido hasta ahora, así que me adentré con él en la tormenta. En 2014, esa tempestad tenía un nombre: Everest, la Madre-Diosa del Mundo. Horia se iría en marzo al Everest, con un valioso compañero de viaje, el eslovaco Peter Hámor.
Pero esta es otra historia que está a punto de comenzar, con entrenamientos en un estadio vacío de Timișoara, cubierto por la oscuridad.
***
*jerga empleada por los alpinistas para las montañas de más de 8.000 metros, 14 en total.
**cámara de vídeo de pequeñas dimensiones que los alpinistas usan a menudo, que se fija en la frente, mochila o en el bastón de montaña.
***
FOTO: © Horia Colibășanu, archivo personal (www.horiacolibasanu.com)
***
TEXTO: © Larisa Ghitulescu
TRADUCCIÓN: Mihaela Halichi
Fantastic text, iar traducerea excelenta!! Un placer poder tener la oportunidad de compartir la historia de Horia con amigos y conocidos de España. Un fuerte abrazo!!
Me gusta saborear y visitar blogs, aprecio mucho el contenido, el trabajo y el tiempo que ponéis en vuestros artículos. Buscando en por hay he encontrado tu blog. Ya he disfrutado de varios publicaciones, pero este es muy ameno, es unos de mis temas favoritos, y por su calidad he disfrutado mucho. He puesto tu blog en mis favoritos pues creo que todos tus artículos son interesantes y seguro que voy a pasar muy buenos momentos leyendolos.
[url=http://www.senoriodemoncalvillo.com]mas info[/url]